❖ SALUD ▮Anticuerpos monoclonales entre las opciones para personas inmunodeprimidas

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Existen opciones complementarias a la vacunación para la población vulnerable o con un sistema inmuno deprimido.

En medio de la emergencia sanitaria, las personas priorizadas para recibir la vacuna contra la COVID-19 han sido las personas de la tercera edad y los pacientes con condiciones preexistentes como la diabetes, el asma o la hipertensión.

Pero ¿qué pasa con la población que no responde de manera efectiva a la vacunación?

Las personas inmunodeprimidas padecen de una condición que reduce su capacidad de combatir infecciones y otras enfermedades, debido a que su sistema inmunológico no funciona como debería.

Esto se puede deber a enfermedades como el cáncer, los pacientes dializados, el VIH/SIDA, a tratamientos farmacológicos inmunosupresores realizados para el trasplante de órganos o enfermedades autoinmunes[iii].

En otros países

Solo en Estados Unidos, alrededor del 2,8% de la población está inmunodeprimida, por lo que se puede suponer que el porcentaje sea similar en países de la región[iv].

En la actualidad, sabemos que las personas con un alto grado de inmunodepresión son más susceptibles a no responder de manera efectiva la vacuna del COVID-19, por lo que están menos protegidos ante un posible contagio y tienen más posibilidades de tener complicaciones o infecciones graves relacionadas con la enfermedad[v].

Ciertos tratamientos y condiciones médicas impiden que el sistema inmunitario produzca una respuesta de anticuerpos adecuada a las vacunas, pero la inmunización contra el coronavirus sigue siendo fundamental para esta población.

Se estima que el 2% de la población global puede seguir siendo vulnerable a COVID-19 porque aún no han formado una respuesta adecuada a la vacuna, y corren el riesgo de presentar un cuadro desfavorable en caso de que se infecten del virus[vi].

Por ello, existen opciones complementarias a la vacunación para la población vulnerable.

Un ejemplo de ello son los anticuerpos monoclonales, que son moléculas producidas en laboratorio que actúan como anticuerpos sustitutos y que pueden restaurar, mejorar o imitar el ataque del sistema inmunitario a las células. Estos anticuerpos, neutralizan e impiden que el virus de la COVID-19 se adhiera a las células humanas, lo que debilita su capacidad de enfermar gravemente a los pacientes[vii]. 

En marzo, se cumplen dos años viviendo con la pandemia generada por la COVID-19 y en el mundo la tarea primordial continúa siendo la inmunización masiva de la población. 

Actualmente, según datos de la OMS el 63% de las personas de América Latina y el Caribe están completamente vacunadas[i].

En el caso de Ecuador, 81% de la población presenta el esquema de dos dosis y 7.5% se encuentran parcialmente vacunadas[ii].

Aún así, el riesgo de mantener a la población inmunizada es un reto contando con las nuevas variantes y el aumento de la necesidad de vacunas de refuerzo adicionales.

 Según, Diana Hernández, directora médica de AstraZeneca, “La inmunización pasiva representa una nueva esperanza para aquellos pacientes, que pese a la vacunación continúan en riesgo.

Estos nuevos tratamientos funcionan proporcionando inmunidad de manera inmediata, a diferencia de la vacuna, que tarda mucho más en hacer efecto por lo que su aplicación a pacientes inmunodeprimidos es una gran oportunidad”.

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